Tomo 2:
Segunda parte de la introducción (Anécdotas).
Hijo de Don Domingo Matutino Alustiza y de María Clara de la Santísima Castidad Della Capilla, el cuarto de veintidós hermanos, Aureliano Arcadio Alustiza nació feliz. Esto no le gustó un carajo a su padre quién había sufrido toda su vida para mantener a sus hijos limpiando baños en una confitería del barrio de la Paternal y le pegó un sonoro sopapo (N. del E.-"Sonoro Sopapo" es un modo rítmico utilizado por los africanos que eran traídos a esta tierra para ser utilizados como esclavos. Otros modos de este tipo son los ya conocidos "Borocotó" y, el políticamente incorrecto "Poronga Peruana". Estos se utilizaban con la simple repetición constante como base y luego se hacían distintos cantos sobre estos. Con respecto al Sonoro Sopapo propinado por el padre del aún no General, no ha quedado claro si era una alusión a este tipo de canto ritual o simplemente un cachetazo) a la altura del esternocleidomastóideo que le borró la felicidad de golpe. Ya de joven, en el año mil ochocientos sesenta y cuatro Aureliano Arcadio supo demostrar su destreza y su poder de mando, durante su paso por el Sportivo Calamuchita Athletic Club. Un jugador del carajo, que supo demostrar su carácter como capitán del equipo; un goleador nato que si bien no metió un solo gol, tuvo varias oportunidades de convertir. Últimos terminaron ese año, pero vieran que jugador, ¡que jugador!
Este entrenamiento lo marcó sobremanera ya que ahí nomás se dio cuenta que su vida la pasaría luchando contra las injusticias del mundo. Es así que emprende un viaje hacia el viejo continente para conocer figuras de renombre y poder foguearse entre sus filas. Al primero que conoce es a un tal Jean Pierre Noher, un marinero francés muy conocido por luchar con Luis XV antes de hacerse sillón. El joven Alustiza tenía una gran ambición de conocimiento y empezó a interrogar al franchute en castellano. Este le respondió: “Je ne comprends pas” (o sea, “yo no compré pan”) –¿y para qué querés pan? -y haciendo un esfuerzo para que el otro lo entienda- per qué vocé queré comprer pané? Jean Pierre se sorprende –“a Baguette?” Y entonces Alustiza recontra caliente saca un sable corvo y, al grito de “¿A quién le decís vago?” le amputa una cutícula. Los oficiales lo apresan y lo mandan nuevamente hacia nuestras tierras.
Muchos años después, sus padres notan la evidente inclinación laboral de su hijo, y, como quedaba mal en esas épocas que un varón fuera costurero, lo meten en el servicio militar para que se le fuera la putés. Durante su entrenamiento en el ejército tuvo una revelación en una imaginaria que compartía con su compañero Juan Manuel de Rosepeys. Estaban casi dormidos cuando de repente se cruza una figura extraña frente a sus narices. Del julepe, lo único que atina a decir el joven Alustiza es: “¡A la puta!”. En ese instante, Juan Manuel pregunta “quién vive” y aparece un erizo moruno con problemas en un riñón al que habían estado persiguiendo los jóvenes esa misma mañana para hacer un charango. El erizo agarra, y le dice en perfecto castellano: “el pendorcho es un elemento contundente, con volumen y peso específico”. Dicho esto, el erizo agarra y se las toma. Este hecho lo marcó sobremanera (otra vez) ya que ahí nomás se dio cuenta que su vida la pasaría luchando contra las injusticias del mundo.
Tomo 3:
Hijo de Don Domingo Matutino Alustiza y de María Clara de la Santísima Castidad Della Capilla, el cuarto de veintidós hermanos, Aureliano Arcadio Alustiza nació feliz. Esto no le gustó un carajo a su padre quién había sufrido toda su vida para mantener a sus hijos limpiando baños en una confitería del barrio de la Paternal y le pegó un sonoro sopapo (N. del E.-"Sonoro Sopapo" es un modo rítmico utilizado por los africanos que eran traídos a esta tierra para ser utilizados como esclavos. Otros modos de este tipo son los ya conocidos "Borocotó" y, el políticamente incorrecto "Poronga Peruana". Estos se utilizaban con la simple repetición constante como base y luego se hacían distintos cantos sobre estos. Con respecto al Sonoro Sopapo propinado por el padre del aún no General, no ha quedado claro si era una alusión a este tipo de canto ritual o simplemente un cachetazo) a la altura del esternocleidomastóideo que le borró la felicidad de golpe. Ya de joven, en el año mil ochocientos sesenta y cuatro Aureliano Arcadio supo demostrar su destreza y su poder de mando, durante su paso por el Sportivo Calamuchita Athletic Club. Un jugador del carajo, que supo demostrar su carácter como capitán del equipo; un goleador nato que si bien no metió un solo gol, tuvo varias oportunidades de convertir. Últimos terminaron ese año, pero vieran que jugador, ¡que jugador!
Este entrenamiento lo marcó sobremanera ya que ahí nomás se dio cuenta que su vida la pasaría luchando contra las injusticias del mundo. Es así que emprende un viaje hacia el viejo continente para conocer figuras de renombre y poder foguearse entre sus filas. Al primero que conoce es a un tal Jean Pierre Noher, un marinero francés muy conocido por luchar con Luis XV antes de hacerse sillón. El joven Alustiza tenía una gran ambición de conocimiento y empezó a interrogar al franchute en castellano. Este le respondió: “Je ne comprends pas” (o sea, “yo no compré pan”) –¿y para qué querés pan? -y haciendo un esfuerzo para que el otro lo entienda- per qué vocé queré comprer pané? Jean Pierre se sorprende –“a Baguette?” Y entonces Alustiza recontra caliente saca un sable corvo y, al grito de “¿A quién le decís vago?” le amputa una cutícula. Los oficiales lo apresan y lo mandan nuevamente hacia nuestras tierras.
Muchos años después, sus padres notan la evidente inclinación laboral de su hijo, y, como quedaba mal en esas épocas que un varón fuera costurero, lo meten en el servicio militar para que se le fuera la putés. Durante su entrenamiento en el ejército tuvo una revelación en una imaginaria que compartía con su compañero Juan Manuel de Rosepeys. Estaban casi dormidos cuando de repente se cruza una figura extraña frente a sus narices. Del julepe, lo único que atina a decir el joven Alustiza es: “¡A la puta!”. En ese instante, Juan Manuel pregunta “quién vive” y aparece un erizo moruno con problemas en un riñón al que habían estado persiguiendo los jóvenes esa misma mañana para hacer un charango. El erizo agarra, y le dice en perfecto castellano: “el pendorcho es un elemento contundente, con volumen y peso específico”. Dicho esto, el erizo agarra y se las toma. Este hecho lo marcó sobremanera (otra vez) ya que ahí nomás se dio cuenta que su vida la pasaría luchando contra las injusticias del mundo.
Tomo 3:
De la infancia del general.
La infancia del joven Aureliano Arcadio Alustiza no fue fácil. Ya desde chico supo enfrentarse ante las desigualdades que lo rodeaban, y siempre actuó en consecuencia. Una vez, a sus tres años, se anotició que a una joven compañera del jardín de infantes le habían usurpado el carburador del triciclo y ésta, desconsolada, lo único que hacía era llorar, porque a decir verdad, la mayoría de los infantes no saben hacer otra cosa. Aureliano Arcadio entonces, agarró un pedazo de papel del cuaderno de la señorita, un rastrillo, la bisagra de una puerta Pentágono, la flor de un arbusto enano del Cairo (que como no encontró, ahí nomás la reemplazó con un cacho de morcilla vasca) y un pedacito de cinta aislante DROGUI-POL, improvisó un calibre treinta y ocho, se lo calzó y salió en busca de los mal vivientes. Como no los encontró se comió la morcilla con mayonesa, atún, brócoli, un poquito de salsa golf, la cinta grogui-pol, sal y pimienta. Después se fumó un faso y se echo a dormitar en el arenero.
La pobre chica no logró hacer andar el triciclo, entonces agarró, se lo llevó al mecánico y acusó problemas de encendido. Quince años más tarde se suicida en un arroyo de escaso cauce, lo que dificultó la tarea. Se llamaba Marisa. Nunca superó su problema automotor. Eso y que al ser de escasa estatura (la cargaban por la semejanza de su nombre con su impedimento métrico) fueron los desencadenantes de tan fatídica decisión.
Varios años después nuestro héroe se topa con los malhechores y pide explicaciones. Eran dos. A demás mudos. Así que le explicaron pero él no entendió. Pidió una audiencia con un traductor, pero no tuvo suerte, la mayoría de estos andaban de vacaciones, y al resto les parecía una soberana boludés discutir un acontecimiento de semejante envergadura. Le pidieron entonces al imberbe Alustiza que apaciguara las aguas de su virilidad, porque la verdad es que se sentían intimidados. Esa fue su primera erección. La segunda la tuvo a los veinte, pero esa ya es otra historia.
La cuestión es que nunca pudo comprender que había sucedido, y como Marisa ya estaba muerta, prometió sobre su tumba que ya nunca más se subiría a un triciclo, y así lo hizo. Solo una vez no cumplió su promesa pero fue por una causa mayor: su supervivencia.
Corría el año mil ochocientos sesenta y cinco, y Alustiza estaba en un safari en las islas Tutuca. En medio de la excursión un Dromedario que huye de una vaquita de San Antonio se cruza por el camino de los expedicionarios haciendo que estos se desvíen y terminen en una aldea de nativos carniceros. Abdul Mohamed Lascachas, el guía, le avisa a nuestro héroe sobre la inclinación alimenticia de los lugareños. Alustiza abaraja a un pequeño Tutuquense, le arrebata su triciclo y huye. En medio de la huída recuerda la promesa y, al asegurarse que ya no peligra su vida, salta del triciclo y este explota violentamente luego de caer en un acantilado de un metro y medio. Luego se toma un ferry hasta el puerto del Río de La Plata.
Unas semanas después de arribar a tierras argentinas, se hace un test vocacional y debe decidir entre dos profesiones: Herrería, o las artes de corte y confección. El joven se inclina por la segunda pero al padre no le parece conveniente que un hombre sea modisto. Lo alista en las fuerzas armadas esperando que esas ideas adolescentes se le vayan de la cabeza. Lo cierto es que Aureliano nunca deja de lado su verdadera inclinación laboral, tanto así que era quien remendaba los uniformes de batalla, e incluso confeccionó una bandera alternativa (o bandera suplente) ya que en varias ocasiones se habían librado batallas contra los estados de Honduras, Nicaragua, El Salvador y Guatemala. La semejanza de las insignias patrias hacía circular la confusión entre ambas filas, falleciendo así mucha gente inocente. Ideó entonces una bandera rojo punzón con purpurina y franjas fucsias, la que utilizaban cuando se enfrentaban en las tierras de dichos estados, o sea, de visitante.
La infancia del joven Aureliano Arcadio Alustiza no fue fácil. Ya desde chico supo enfrentarse ante las desigualdades que lo rodeaban, y siempre actuó en consecuencia. Una vez, a sus tres años, se anotició que a una joven compañera del jardín de infantes le habían usurpado el carburador del triciclo y ésta, desconsolada, lo único que hacía era llorar, porque a decir verdad, la mayoría de los infantes no saben hacer otra cosa. Aureliano Arcadio entonces, agarró un pedazo de papel del cuaderno de la señorita, un rastrillo, la bisagra de una puerta Pentágono, la flor de un arbusto enano del Cairo (que como no encontró, ahí nomás la reemplazó con un cacho de morcilla vasca) y un pedacito de cinta aislante DROGUI-POL, improvisó un calibre treinta y ocho, se lo calzó y salió en busca de los mal vivientes. Como no los encontró se comió la morcilla con mayonesa, atún, brócoli, un poquito de salsa golf, la cinta grogui-pol, sal y pimienta. Después se fumó un faso y se echo a dormitar en el arenero.
La pobre chica no logró hacer andar el triciclo, entonces agarró, se lo llevó al mecánico y acusó problemas de encendido. Quince años más tarde se suicida en un arroyo de escaso cauce, lo que dificultó la tarea. Se llamaba Marisa. Nunca superó su problema automotor. Eso y que al ser de escasa estatura (la cargaban por la semejanza de su nombre con su impedimento métrico) fueron los desencadenantes de tan fatídica decisión.
Varios años después nuestro héroe se topa con los malhechores y pide explicaciones. Eran dos. A demás mudos. Así que le explicaron pero él no entendió. Pidió una audiencia con un traductor, pero no tuvo suerte, la mayoría de estos andaban de vacaciones, y al resto les parecía una soberana boludés discutir un acontecimiento de semejante envergadura. Le pidieron entonces al imberbe Alustiza que apaciguara las aguas de su virilidad, porque la verdad es que se sentían intimidados. Esa fue su primera erección. La segunda la tuvo a los veinte, pero esa ya es otra historia.
La cuestión es que nunca pudo comprender que había sucedido, y como Marisa ya estaba muerta, prometió sobre su tumba que ya nunca más se subiría a un triciclo, y así lo hizo. Solo una vez no cumplió su promesa pero fue por una causa mayor: su supervivencia.
Corría el año mil ochocientos sesenta y cinco, y Alustiza estaba en un safari en las islas Tutuca. En medio de la excursión un Dromedario que huye de una vaquita de San Antonio se cruza por el camino de los expedicionarios haciendo que estos se desvíen y terminen en una aldea de nativos carniceros. Abdul Mohamed Lascachas, el guía, le avisa a nuestro héroe sobre la inclinación alimenticia de los lugareños. Alustiza abaraja a un pequeño Tutuquense, le arrebata su triciclo y huye. En medio de la huída recuerda la promesa y, al asegurarse que ya no peligra su vida, salta del triciclo y este explota violentamente luego de caer en un acantilado de un metro y medio. Luego se toma un ferry hasta el puerto del Río de La Plata.
Unas semanas después de arribar a tierras argentinas, se hace un test vocacional y debe decidir entre dos profesiones: Herrería, o las artes de corte y confección. El joven se inclina por la segunda pero al padre no le parece conveniente que un hombre sea modisto. Lo alista en las fuerzas armadas esperando que esas ideas adolescentes se le vayan de la cabeza. Lo cierto es que Aureliano nunca deja de lado su verdadera inclinación laboral, tanto así que era quien remendaba los uniformes de batalla, e incluso confeccionó una bandera alternativa (o bandera suplente) ya que en varias ocasiones se habían librado batallas contra los estados de Honduras, Nicaragua, El Salvador y Guatemala. La semejanza de las insignias patrias hacía circular la confusión entre ambas filas, falleciendo así mucha gente inocente. Ideó entonces una bandera rojo punzón con purpurina y franjas fucsias, la que utilizaban cuando se enfrentaban en las tierras de dichos estados, o sea, de visitante.
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