Antonio Berni Neustadt fue un artista plástico (pariente directo de otros plásticos conocidos como Colombraro) de renombre a mediados y fines del siglo XIX. Nace en el seno de una familia aburguesada (principalmente en el seno de la madre porque su padre se negaba a amamantarlo) pero a pesar de los mandatos naturales nació joven, lo que por supuesto no le duró demasiado ya que a los cinco años de edad estaba transitando su preadolescencia.
Precoz como la misma mierda y apenas pasando la docena de años, estudia en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Nacional de Chilecito recibiéndose con Honores y Galardones, compañeros estos durante sus años de estudio. Allí conoce a un centenar de artistas y filósofos que cambian su mentalidad (la de él) radicalmente, a partir de distintas e infinitas experiencias con sustancias alucinógenas, y es cuando vislumbra una idea que lo consagraría años después.
Se alista pues en el ejército con el fin de plasmar con su arte todos los acontecimientos históricos que pudiera, pintando, lo que luego se conocerían como “Cuadros Bélicos”. En esta época se enamora perdidamente del General Alustiza tras verlo combatir en el frente de batalla. El Frente de Batalla era un bar muy conocido en la calle Caracas al 1400 en el que Alustiza tiene un altercado tras una mala maniobra de uno de los camareros del lugar, quien vuelca la ginebra sobre este, el General se enfurece y ataca al Camarero quien, luego de reducirlo a golpes lo hecha del bar. Rendido entonces Alustiza es auxiliado por Antonio quien corre a su encuentro.
Luego de llevarlo a su hogar, lo desnuda y le pinta un cuadro ya que no tenía el valor de declarársele a viva voz. Alustiza no entiende la indirecta y es necesario cerca de una veintena de cuadros
(“manifestación”, “el grito” y
“pasame la pomada”, entre otros) para que éste finalmente comprenda aquel acertijo amoroso.


Dos años y medio de relación bastaron para que Antonio se hartara del carácter y los tejes y manejes de Alustiza, y se enfrascara con Frascara en un recipiente vidriado de 454 cm3 de Dulce de Leche “Bandolero”. Luego de esta experiencia varios científicos estudian el caso y comprueban que, tanto Antonio como Frascara, ocupan una capacidad igual a los 454 cm3 juntos, e inferior a esta cantidad individualmente, a saber que: por lo menos uno de ellos ocupa no más de 453 cm3 y el otro no menos de 1 cm3, caso contrario estaríamos hablando de una persona que ocupa 454 cm3 y otro que se conformaría siendo un fantasma o una persona extremadamente delgada; con lo que se llega a la conclusión que Antonio Berni Neustadt no existe. Hecha la denuncia pertinente en la comisaría más cercana, es detenido, pero liberado luego de comprobar su autenticidad (mirando en el holograma) y que efectivamente ocupaba espacio; Frascara huye y nadie comprueba jamás su verdadera existencia.
Tras la separación se hace adicto al Vitel Toné y decide abandonar la pintura para dedicarse de lleno a la prosa. Escribe entonces
“Pequeña Disertación sobre los Bueyes Perdidos (que al ser hallados dejaran automáticamente de estar en esa condición primitiva)”; y su opera prima posterior a la anterior opera prima intitulada
“Pequeña Disertación sobre los Bueyes Perdidos (que al ser hallados dejaran automáticamente de estar en esa condición primitiva)” llamado “
Pequeña Disertación sobre los Bueyes Perdidos (que al ser hallados dejaran automáticamente de estar en esa condición primitiva) segunda parte”; y su obra póstuma
“De cómo un objeto rectangular se posa misteriosamente junto a otro anterior de iguales características, pero con una leve diferencia de altura superior al primero, pero inferior a la que se encuentra casualmente a su lado pero del otro costado… en una escalera (operaciones matemáticas para pequeñines de salita verde, que enseña a sumar utilizando bueyes perdidos)” co-escrito con el Lic. en Posología y Meñiques Don Berugo Adalberto Carámbula.

Con las regalías que producen sus publicaciones se va a vivir en un frasco, ya esta vez sin Frascara con lo que le queda espacio para poner sus muebles, su lavarropas, un kohinor, el tele con dvd, la mesita ratona y un almanaque de bolsillo.
Muere en Boulogne Sur Mer a los cuarenta y dos años con veinte minutos, ya muy viejo y deteriorado, pero con la certeza de que sus vertiginosos años no hayan sido en vano, y que la posteridad vea con buenos ojos su obra.